Muchos países de Europa y Norte América han emprendido la reforma de su sistema de salud, y aunque los factores motivantes del cambio son parecidos: aumento de costos, bajos niveles de eficiencia en la producción de servicios e insatisfacción por parte de los ciudadanos y los empleados del sector, no están cambiando los principios sobre los que sustentan las políticas sociales. En cambio sí está cambiando muy radicalmente la forma en que se organiza el sector público para garantizar esos servicios. Es decir, se está cambiando la organización y gestión de las responsabilidades públicas con el fin de ser más eficaz y eficiente en lograr esos principios y fines sociales. Si bien las diversas reformas en los sectores de la salud persiguen diversos objetivos, se observan algunas convergencias generales. Entre ellas, la introducción de mercados gestionados con el fin de captar el lado positivo del mercado en cuanto al fomento de la eficiencia y calidad sin introducir problemas en la equidad de acceso; la introducción de nuevos mecanismos de asignación de recursos, en la forma de pagar a los proveedores y en el pago de los médicos; la introducción de mayor elección para el usuario; y por último, la introducción de políticas para fomentar la gestión clínica y financiera, así como la introducción de prácticas empresariales en la administración pública.